jueves, 18 de noviembre de 2010

DIANA Y ACTEÓN

Acteón era hijo del dios cazador Aristeo y de Autónoe. El sabio centauro Quirón lo enseñó a cazar. Un día cazando les dijo a sus camaradas de descansar un poco. Así empezó a buscar un lugar fresco en el bosque donde poder recuperar fuerzas.
A poca distancia había un valle poblado de abetos y cipreses consagrado a Ártemis y, oculta en el valle se abría una gruta rodeada de árboles. A pocos pasos se oía el susurro de una fuente cuyas aguas, bordeadas por el césped, se extendían formando un diminuto lago. Era allí donde Ártemis, fatigada por la caza, acudía a bañarse. Allí se encontraba ella con sus ninfas que la sevían.
Acteón se aproximó sin preocupación a aquel lugar, cuando las ninfas lo vieron empezaron a gritar e intentaron tapar el cuerpo desnudo de Ártemis pero fue en vano porque la diosa era muy alta. Después de esto le dijo: “¡ Ve y cuenta, si puedes, a los humanos lo que has visto!

Apenas había pronunciado la última palabra cuando el mozo se sintió sobrecogido de una angustia indecible; salió huyendo y se dio cuenta como poco a poco se iba convirtiendo en ciervo.
Acteón intentó hablar pero no pudo, sus perros se dieron cuenta y empezaron a perseguirlo hasta que lo mataron.
Sus hombres se dieron cuenta de que su amo había muerto cuando Quirón le había hecho una estatua de bronce en honor al joven Acteón.

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